Me llamó la atención recientemente un “twit” (mensaje enviado a través de la red social Twitter) en el que se afirmaba una noticia con el título de “¿Se puede cambiar de grupo sanguíneo?”. El motivo de mi asombro y de que trate esta entrada acerca de él, se debe principalmente a, como veremos después, el enorme impacto que esto puede suponer en la sociedad.
Para hablar de este proceso, primero debemos entender que es lo que diferencia los grupos sanguíneos entre sí. La sangre está compuesta por células sanguíneas, entre las que destacan los glóbulos rojos:
Los glóbulos rojos también se denominan hematíes ó eritrocitos. La hemoglobina es uno de sus principales componentes. Son el componente forme más abundante de la sangre, y como vemos en la imagen, son muy simpáticos y su principal función es el transporte de oxígeno al resto de tejidos del organismo.
Sin embargo, la característica que más nos interesa en este caso está relacionada con su morfología, y es que este tipo de células presentan en sus membranas plasmáticas gran diversidad de antígenos diferentes, aunque los más destacados son los de tipo ABO y Rh. La ausencia o presencia de estos antígenos es lo que determina el grupo sanguíneo de cada individuo.
De esta forma, podemos ver que cada grupo sanguíneo es específico, por lo que presentará unas defensas con las que considerará a otros grupos como extraños y no tolerará su presencia.
Como vemos, el grupo O es “universal” por no presentar ningún tipo de antígeno en sus glóbulos rojos (es válido para todo el resto de grupos, sin producir rechazo).
Basándonos en estas características, la idea consistiría en buscar la forma de eliminar los antígenos de cada grupo sanguíneo, convirtiéndolos así en la forma O, válida para cualquier persona.
Pues bien, los investigadores han encontrado una enzima producida por la bacteria Bacteroides fragilis que elimina el antígeno B, y otra procedente de Elizabethkingia meningosepticum que elimina el antígeno A.
La α-galactosidasa rompe el enlace α1,3-galactosa que une los residuos de los antígenos del grupo B. La α-N-acetilgalactosaminidasa tiene el mismo papel en la rotura del enlace establecido entre los antígenos A y la superficie de los glóbulos rojos. La combinación de las dos enzimas convierte cualquier grupo sanguíneo en grupo O.
Como decíamos al principio, el fin último de todo esto es la aplicación que conlleva. Este proceso puede suponer un avance en la historia de la medicina, pudiendo acelerar las transfusiones de sangre, sin hacerse necesario la especificidad de cada individuo, y en resumen, podrían salvarse multitud de vidas.
Manuel Ruiz